QUERIDO 2018: No tardes, aquí te espero.



Fue aquella una fecha memorable para mí, pues a ella debí grandes cambios en mi existencia. Pero en la vida de todos sucede lo mismo. Suponed que se suprime de ella un día determinado, y pensad cuán distinto habría sido. Los que estáis leyendo esto meditad por un instante sobre la larga cadena de hierro o de oro, de espinas o de flores, que nunca os habría sujetado de no haber sido por un primer eslabón que se formó en un día memorable.”
Charles Dickens


No sé si a ti te pasa, pero, algunas veces, yo no puedo evitar volver. Retroceder en el tiempo y ver lo que era. Y lo que ya no soy.

Hace 367 días, por ejemplo, ni se me hubiera pasado por la cabeza calificar aquel fatídico día como memorable.


M-E-M-O-R-A-B-L-E.
Del latín memorabilis. Que merece ser recordado. [Y atrévete a no hacerlo…]


Muy a mi pesar, estoy cuasi segura de que más de uno hoy, al leerme, discrepará con mi adjetivo. E incluso lo considerará imprudente. Pero como dice la gran Mary Oliver (ya sabéis lo que me gustan las citas):
“No hay nada más patético que la prudencia cuando lanzarse podría salvar una vida, incluso, posiblemente, la tuya.”
Y yo hace tiempo que elegí ser quien se salva. Llamadme loca.
Tal vez.
Sé, también, que hace mucho que no escribo. Puede que no encontrara el momento. O quizás, incluso, las palabras.

Hasta hoy. No podía ser de otra forma.

367 días después.
Y parece que fue ayer.

El último día del año.

De este annus horribilis.

Supongo que cuando tienes cáncer el tiempo [entre otras cosas] se percibe de otro modo.

Un buen día, 29 de Diciembre de 2016,  EL DÍA QUE LO CAMBIÓ TODO ─ te levantas y ZASCA.

Adiós vida anterior.

Ni que decir tiene que algo así te coloca en perspectiva. Espero que de por vida.

Se abre, ante ti, un inmenso agujero negro. Un oscuro pozo sin fondo al que es necesario que desciendas para darte cuenta de que cualquier movimiento que hagas, a partir de entonces, sólo puede llevarte hacia arriba. Y sin frenos.

Es  curioso, pero a esas alturas lo único que tienes claro es que salir corriendo no sirve de nada.

Y, con el tiempo, que el secreto está en las ganas.

De vivir.

A jornada completa.

En ello estoy.

Por eso, hoy, 367 días después [del primer día del resto de mi vida] ─  no sé muy bien cómo han pasado ─ quiero ser yo la que os diga que aún estamos a tiempo.

De dejar de esperar, esperar para qué [porque es verdad lo que atañe a la espera] a que el miedo nos gane la partida.
De despertar, de una vez por todas, y para siempre, del profundo letargo existencial en el que, la mayoría (que no digo todos), estamos sumidos.

De dejar de ser los mismos. Que hacen lo mismo de siempre.

Para reencontrarnos con nosotros mismos.


Y volver a ser lo(s) que nunca fuimos.


Pero, OJO, que aún estamos a tiempo.

De aprender a estar vivos.

Porque no sé vosotros, pero yo, y como la gran Gloria Fuertes “aunque estoy entrenada, y siempre resucito, he decidido no morirme nunca más.”

Y qué mejor manera para empezar a no hacerlo que con una lista. De mandamientos.       
        
A modo de mantra colectivo. [Que sé que es tradición por estas fechas]

Y quién mejor que yo misma  [supongo] para escribirlos. En letra bien grande. Las veces que haga falta.

Para recordarlo.

Todos y cada uno de los días.

De mi nueva y  segunda  vida.



Querida yo, del 2018:

“Ruge la vida, y lo hace de tal modo que es imposible ignorarla”

Así que entre tú y yo, tú, que sueles ser dispersa hasta decir basta, deja de mirar a tu alrededor buscando una normalidad que ya no existe.

     Ah, y ESPABILA.

Porque no sé si a ti te pasa, pero, algunas veces, yo no puedo evitar volver. Y, sin embargo, entender que no hay vuelta atrás es la única forma de seguir adelante.


1.      Agárrate [que vienen curvas] al aquí y al ahora. Pero recuerda quién fuiste. Para entender lo que eres. Y lo que quieres ser.

2.     No pierdas las ganas. Ni la paciencia. Y redibuja tu vida. Pero no dejes que la rutina te invada. No te conformes. Y sal. De tu zona de confort.

3.  Quiérete mucho. Mogollón. Y redescúbrete, día tras día. Ahora que ya sabes dónde encontrarte visítate. Le pillarás el gustillo [y de qué manera].

4.    Haz una lista [sí, otra más] de todo aquello que te preocupe. Y Léela. Punto por punto. Y coma por coma. Luego otra vez. Ahora respira. No es para tanto, ¿verdad? [de esto sabemos un poco].

5.  Elige (te). Siempre. A ti misma. Y toma las riendas. Decídete. Que nunca te arrastre la corriente. Aprende a decir mil veces sí. Y cuándo decir que no. Rebélate [si es necesario].

6.      Crece. Para seguir estando a la altura. De tus expectativas. Pero tropiézate. Y cae. Aprende. Y sé como Lázaro. Levántate y anda.

7.      Vuélvete loca. De ganas. Loca por viajar. A todas partes. Loca por cantar. A grito pelado. Loca por leer. Compulsivamente. Loca por bailar (lo). Todo. En cualquier parte. Como si no hubiera un mañana. Porque no sabemos si lo habrá. Pierde el sentido del ridículo. Y descojónate viva. Durante horas. Y que te quiten lo bailao.

8.  Rodéate. De todo y de todos. Lo(s) que te haga(n) feliz. Y suelta. Recuerdos, objetos, personas. A todo aquel que no sepa estar. Y quédate con lo(s) que vale(n). Y quiere. Con todas las letras. Demuéstralo. Y dilo a diario.

9.    Aprende a mirar. Más a los ojos. Y menos al móvil. Aprende a contar. Tus alegrías. Preocúpate. De que lo más importante sea lo más importante. Y deja, que todo lo que ocupe (se) llene. De momentos. Verdaderos.

10.   Mira a tu alrededor. Y dime qué ves. Vuelve a mirar. Y da las gracias. Por lo que hay. Por lo que tienes. Celébralo. Por todo lo alto. Y brinda. Por todo lo bueno [que está por llegar].

Y, sobre todo, tenlo bien claro. Has tenido un cáncer, sí.

       Menuda p*tada.


Pero tú ya existías antes de él.
    
Así que abre los ojos.


     E  Ilusiónate.
                                             
        Por todo y por nada.



Porque, al fin y al cabo, la ilusión es lo que diferencia a los vivos de los (super)vivientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

PORQUE FUERON, SOMOS. PORQUE SOMOS, SERÁN. 8M

“Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la...